Me embarga una emoción tan bonita que no sé si empezar por la razón de ella o empezar por el principio de todo lo que me condujo hasta ella.
A mí me encantan los detalles, tanto los que puedo recibir físicamente como los detalles a los que presto atención en, casi, todo lo que hago. Así que escojo ir a por el detalle, je,je.
Hace menos de un año que una sabia abuela me dijo que buscara una cesta natural, de mimbre, pequeña, para meter mis cosas personales. Cosas «sagradas» y útiles para mí, en este camino de vida. Busqué pero no encontré, así que casi lo olvidé. Unos meses después, en mi cumpleaños me regalaron una cesta de mimbre pero sentí que aún no era «la cesta» y la destiné a otro uso…
-Ahora me sitúo en estas fiestas navideñas- Llevaba unos días preguntándome porqué he perdido el sentir navideño, la chispa y la alegría de vivir estos días. Mi cabeza está en otros menesteres y no le he dedicado tiempo al sentir. Me sentía culpable por mis niños. Una parte de mí le gustaría transmitirles esa chispa, ajena a todo el ajetreo comercial o vanal. Una chispa de sentido, de emociones, de alegría, de sorpresas, de contactos, encuentros, cariño, calor de hogar, momentos con significado…
Anoche día 23 de diciembre, en un juego con mis hermanas, escribo un mensaje a Papá Noel diciendo algo así como que debido a que los Reyes han abdicado me paso a su bando y le pido mis deseos para estas fechas y también le digo que, sabiendo que es un poco tarde, no me importa esperar hasta el próximo año, pues acostumbro a vivir en Canarias y aquí es normal vivir con atraso el tiempo…
Hoy, día de Nochebuena, despierto, me dedico un rato de meditación y planto la semilla de la confianza una vez más. Me levanto y al poco llaman a mi puerta… ¡El carterooo!
¡Ay Dios, qué emoción! Me entrega un paquete navideño. Lo abro y, desde otro lado del mar, un precioso ángel me había preparado y enviado una cesta de navidad con un lote de productos artesanales y unos exquisitos postres realizados con sus benditas manos. Incluía una nota de aprecio tan simple como hermosa que ha hecho que mi alma se infle como un globo y no quepa en mi cuerpo. Mis poros y mis lagrimales han empezado a liberar espacio para la cabida de mi alma.
No sólo el contenido es exquisito; mi hija no tardará en llegar para devorar el chocolate crudo con frutos secos y mi hijo el pastel de castaña y especias… Es que, además, ya ha llegado hasta mí la cesta natural de mimbre que había de usar.
Gracias María. Gracias por contribuir a ubicarme en el momento presente. Gracias por ayudarme a reconectar con el sentir, ayudarme a volver a recuperar el espíritu de este momento y darle un sentido. Y gracias a Papa Noel por escucharme y demostrarme que las manifestaciones no entienden de tiempo sino de intensidad de deseo.
Hoy empiezo mi experiencia navideña cargada de significado. Bendiciones,
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Pilar Mendez
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